jueves, 27 de agosto de 2009

LUZ DE AGOSTO





LUZ DE AGOSTO

A cierta hora de la tarde,
La luz de agosto se sosiega
Como peregrinos exhaustos que esperaran
Arribar a un nuevo continente
Surgido en la niebla.

Pero no es luz crepuscular,
Ni siquiera proviene
De las brumas épicas que en los libros
Los héroes surcan en barcazas.

Luz de agosto aferrada a la tersura blanca de los muros,
Alumbras de los vivos los papeles
Clavados en el corcho
Del panel escolar.
Y estos papeles de otros días,
Otras semanas y otros meses,
Se arrugan ya como hojas secas
Nutriendo el suelo de un bosque
Donde en su humus incesante
Las esperanzas proliferan.

Todavía atrás el recuerdo concretiza
Ese bosque de jirones:
Manos hermosas que fijaron
La urgencia de unos días
De los que sólo quedan en los rincones
Cierto rumor de voces olvidadas.

Escuchad, por tanto, el griterío,
Los suspiros, el aliento de los vivos,
La esperanza y el esfuerzo,
Las risas, el cansancio,
El estudio y su olor salvador
A café de máquina.

Añadía ésta
En la penumbra del pasillo
Ansiedad y premura
Porque la arena sin descanso caía
Por el infatigable orificio
De la tarde.

Ahora, la luz de agosto se detiene,
Por fin, en una foto,
Ilusamente atrapado el latido
De esta jornada inconsistente.

Pasarán los siglos imperturbables,
Las eras, las galaxias,
También un electrón a la deriva
En un universo fláccido y muerto.

Pero nosotros permaneceremos como arañas
De extraños materiales indestructibles,
Bajo la roca
Luminosa de este agosto
O en sus entrañas
Sin fechas, ni relojes.

El tiempo sólo pasa y acaricia
La inútil candidez de nuestra lucha,
Blanda y débil,
Apenas resistente
Como un fino papel transparente
Al que se acerca una lámpara o un volcán.

O el calor de trillones de cuerpos, ya extinguidos,
Convertidos en lumbre, en una brasa enana,
Colgando en el cielo de la noche,
Por encima de las estrellas y de sus leyes.

Y por encima del designio cruel
De esa oscuridad primordial
Que a nosotros nos corresponde
Por derecho propio.

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