De toda aquella sangre
A borbotones
Ya sólo nos quedan
Las piedras centenarias.
El cetro y la espada,
Achacosos y sin la cruz
Que los perdone,
Observan, absortos,
El horizonte atlántico
De prósperos oleajes
Sin retorno.
La sal se deshace
Sobre la roca ostionera.
La pólvora imperial se pudre
En los cementerios abisales.
“En el nombre de su Majestad”
Resuena en las casapuertas
Como un eco fantasmal
De tanto asalto.
Ni la memoria permanece
De esos verdugos barbados
Y rubios,
Ni de sus caballos
Que a los indios
Aterrorizaban.
Eldorado de la cruz y la avaricia
Se hundió hace ya mucho tiempo
Bajo los nidos de palomas
Que duermen en las torres.
No se alza Hércules,
No perdura el faro
Más famoso de Occidente.
En la playa, un hombre descalzo
Recoge la muerguera,
Ajeno a la historia de tanto
Arco y argamasa.
Los chiquillos gritan y saltan
Con sus cuerpos de gorriones
Permanentes.
Adusta la casa encierra
Su gloria de crímenes
Y exterminio.
Como una sombra
Blanca, helada, mortuoria,
Nos esconde sus espectros
Engolados y sus arcabuces.
Y en la calle ahora
A borbotones
Ya sólo nos quedan
Las piedras centenarias.
El cetro y la espada,
Achacosos y sin la cruz
Que los perdone,
Observan, absortos,
El horizonte atlántico
De prósperos oleajes
Sin retorno.
La sal se deshace
Sobre la roca ostionera.
La pólvora imperial se pudre
En los cementerios abisales.
“En el nombre de su Majestad”
Resuena en las casapuertas
Como un eco fantasmal
De tanto asalto.
Ni la memoria permanece
De esos verdugos barbados
Y rubios,
Ni de sus caballos
Que a los indios
Aterrorizaban.
Eldorado de la cruz y la avaricia
Se hundió hace ya mucho tiempo
Bajo los nidos de palomas
Que duermen en las torres.
No se alza Hércules,
No perdura el faro
Más famoso de Occidente.
En la playa, un hombre descalzo
Recoge la muerguera,
Ajeno a la historia de tanto
Arco y argamasa.
Los chiquillos gritan y saltan
Con sus cuerpos de gorriones
Permanentes.
Adusta la casa encierra
Su gloria de crímenes
Y exterminio.
Como una sombra
Blanca, helada, mortuoria,
Nos esconde sus espectros
Engolados y sus arcabuces.
Y en la calle ahora
Huele a potaje de garbanzos
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