Laberinto
Salgo del ascensor y avanzo hacia mi cueva ( la tuya también si tú lo quieres). Reconozco el hilo que has dejado: bombillas mortecinas en los corredores; y, como no, el aliento de tu perfume.
Abro la puerta y meto las compras navideñas en mi apartamento. Te espero en el descansillo porque sé que, tarde o temprano, subirás por las escaleras. Necesito verte, hermosa y cansada, las piernas doloridas bajo las medias negras.
Llegas de madrugada y finges no verme. Ni siquiera “buenas noches”, pasas como una sombra.
A solas, de nuevo, sé que bramaré como un rumiante malherido.
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