A un kilómetro de distancia ya no se escuchan las imprentas de las salamanquesas: han seleccionado cada letra de un nuevo libro que están a punto de concluir.
En sus cuevas, en las madrigueras donde vigilan sus huevos, estos animales esperan y escupen sus textos, que tienen forma de caracolas.
Al calor del sol de mediodía, en los días soleados del invierno, acostados en las lajas ya calientes, cada texto, único y frágil, se despliega, se abre como los girasoles y lanza al cielo su poesía.
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