Las azoteas
Las azoteas se elevan en el aire
Diáfano de mayo.
Hay por un momento,
Apenas entrevisto,
Una casilla de ladrillos,
Vigas y maderas
Que superpone en el vacío
Su forma de ala herrumbrosa.
Se alza hacia el cielo
Y ves la trama de sus vigas
Como antiguos costillares,
Enfermos costillares,
Por los que pululan las arañas
Y otros bichos misteriosos,
Saludada por vencejos
Que en sus aristas
Dibujan la verdad
De todas las mañanas.
Al atardecer
Se enfría tenuemente
El suelo caldeado
Por la solana interminable.
Se ve entonces
Sobre los tejados
Su sombra imponente
De almena de castillo
O torreón de palacio.
Sombra de azoteas y almenas.
Líneas de cemento inútil y abandonado.
Hogar de nadie en este mundo.
El musgo extiende ya sus barbas
Y nos ofrece una pradera
Sin ríos, ni tribus, ni bisontes.
En la azotea hay una casilla
Con una ventana rota, sin cristales.
¿Alguien alguna vez
Se quedó dormido
Contemplando las estrellas
Por el inane hueco
De esta ventana?
Alzo la vista,
Miro la azotea,
La casilla está curtida
Como la piel de los eremitas
Que vivieron sobre columnas
Durante lustros y más lustros.
Nuestros ojos se cruzan
Tan sólo un momento:
Me grita piedra y cemento,
Irascible y solitaria
En una mañana
Como tantas otras.
Pero no oigo su plegaria.
Me quedo absorto en el tiempo
Que pasa a su lado sigiloso
La acaricia y la esculpe
Y arranca de camino
Jirones imperceptibles
De mi superficie
También precaria
Y sin regreso.
Las azoteas se elevan en el aire
Diáfano de mayo.
Hay por un momento,
Apenas entrevisto,
Una casilla de ladrillos,
Vigas y maderas
Que superpone en el vacío
Su forma de ala herrumbrosa.
Se alza hacia el cielo
Y ves la trama de sus vigas
Como antiguos costillares,
Enfermos costillares,
Por los que pululan las arañas
Y otros bichos misteriosos,
Saludada por vencejos
Que en sus aristas
Dibujan la verdad
De todas las mañanas.
Al atardecer
Se enfría tenuemente
El suelo caldeado
Por la solana interminable.
Se ve entonces
Sobre los tejados
Su sombra imponente
De almena de castillo
O torreón de palacio.
Sombra de azoteas y almenas.
Líneas de cemento inútil y abandonado.
Hogar de nadie en este mundo.
El musgo extiende ya sus barbas
Y nos ofrece una pradera
Sin ríos, ni tribus, ni bisontes.
En la azotea hay una casilla
Con una ventana rota, sin cristales.
¿Alguien alguna vez
Se quedó dormido
Contemplando las estrellas
Por el inane hueco
De esta ventana?
Alzo la vista,
Miro la azotea,
La casilla está curtida
Como la piel de los eremitas
Que vivieron sobre columnas
Durante lustros y más lustros.
Nuestros ojos se cruzan
Tan sólo un momento:
Me grita piedra y cemento,
Irascible y solitaria
En una mañana
Como tantas otras.
Pero no oigo su plegaria.
Me quedo absorto en el tiempo
Que pasa a su lado sigiloso
La acaricia y la esculpe
Y arranca de camino
Jirones imperceptibles
De mi superficie
También precaria
Y sin regreso.