jueves, 16 de diciembre de 2010

DESDE LOS JARDINES FLOTANTES




DESDE LOS JARDINES FLOTANTES

Sopa boba para todos en la puerta del hospicio. Caballeros harapientos y acurrucados en sus capas apolilladas, desflecadas. Caballeros sin imperio al que salvar porque toda aquella máquina se ha hundido. Forman la legión de los hambrientos y piojosos. Aquellos que esperan que caigan objetos desde los jardines flotantes. Saben que la aristocracia vive allí arriba, sobre aquellas imponentes columnas donde descansan plazoletas y palacetes. Sol, aire perfumado por los jardines de incienso y otras hierbas aromáticas. Agua fresca y limpia recogida en las cisternas. Abajo, los caballeros menesterosos. Los hidalgos sin oficio ni beneficio, la plebe desdentada y pestilente. El agua podrida, enfangada.

A veces cae desde los jardines un rasurado aristócrata. Viene con la peluca blanca. Viene con el rapé, las ropas de seda. Huele bien, aunque su cabeza se haya reventado contra aquellos adoquines mugrientos, aunque su cabeza se haya quebrado como una sandía y sus sesos salpiquen a los más sucios.
Imaginan los más lerdos, los más menesterosos. Los que se arrancan los piojos frente a trozos de espejos porque no funciona la solidaridad entre ellos ni para despiojarse. Imaginan que los pies de los jardines flotantes, (ese mundo limpio, soleado, higiénico de donde viene el aristócrata despachurrado) se han convertido en el cementerio de los de arriba.
Pero enseguida alguien grita: imposible por cuanto aquellas son gentes de cultura y bien. Ellos, que no son como nosotros (que somos alimañas), celebran honrosos funerales para sus difuntos, grandes procesiones en carrozas enlutadas, catafalcos que glosan los cronistas.
Entonces alguien (los labios agrietados, los dientes desbaratados como almenas rotas) se atreve a insinuar: estos mueren en el aire porque los jardines están muy altos. Son gentes que se caen en accidentes.
Uno protesta: ¡Accidentes, imposible! aquella gente de arriba es muy lúcida. No pueden tener accidentes.
Alguien insinúa: O estos son malnacidos suicidas que no saben aprovechar la suerte que les ha correspondido.
Grita otro, agresivo, lleno de una ira insana que aleja a los demás: Nos mienten, si se sienten tristes. Es el más furioso. Con un palito de madera intenta socavar una columna de unos diez metros de circunferencia.

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