Esta
caja de cartón
Abandonada
en el descampado
Alberga
cuévanos y manantiales
Y
el olor multitudinario
De
generaciones enteras
Que
es ahora musgo.
Recuerda,
sabio amigo,
Que
en esos pasillos de las cuevas
Hay
payasos recubiertos
Con
el humus de cientos,
Millones
de limones.
Andados
los años y las centurias
Como
cuarto sucio sin ventanas,
El
tufo es insoportable,
Las
pizarras se fatigan
Pues
no enseñan ni perpetúan
Ni la blandura blanda
De
un blando renacuajo.
Las
mozas alegres se divierten
En
una impostura de lujuria
Mientras
de las estrellas cae
La
letanía falsa de un principio.
Todos
están bastante cansados
Del
que parece un domingo
Y
es que tiene el rostro soberano
De
un enigma en zapatillas
Y
pijama.
Entretanto,
a las mismas horas,
Sufre
y llora un mosquito
Sobre
la esfera radiante de una flor,
Nadie
tan ciego como él mismo
Que
borró todas las veredas.
A
Dios pregunta en aquella cama,
Mientras
la televisión le muestra
Los
volcanes
De
una guerra en blanco y negro.
Soldados
de agua y olvido,
Quepis
marciales que revientan,
Caballos
muertos en el limo.
La
gracia de esta generación
en
cuya absenta
Se
ahogan perros, pájaros y amapolas.
Benditas
sean las bayonetas
Que
desventraran tantos destinos,
Porque
ahora en los libros
Nos
muestran
El
recto camino.
Así
que por eso lloráis como cobardes,
Acodados
en las barras de los bares,
Enmocando
los pañuelos
Con
poemas
Como
trampas.
Lloriquean
los autobuses,
Lloriquean
las palmeras
Enfermas
de los paseos.
Un
millón de aviones cruza al día
Tu
rostro venerable, sabio amigo.
Quisieras
bostezar de una vez por todas
Y
avisar a todos
Que
estás despierto
Y
que no eres responsable
De
esta pesadilla
De
ti mismo.